Docente normalista

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Algunos lo saben, la mayoría no: trabajo como docente en una escuela Normal, es decir, soy formador de docentes. Honestamente me siento muy contento con eso. Con frecuencia le agradezco a Dios esta oportunidad. Sin embargo, ayer me salió al paso una alumna a quien estimo mucho y me preguntó: “maestro, ¿qué se siente trabajar aquí?”, la respuesta que le di fue la misma de las líneas anteriores, pero me pidió que le describiera a detalle mi sentir y, no sé por qué, pero me entusiasmó tanto la idea que aquí estoy, sentado frente a mi laptop poco antes de las 6:00 am escribiendo un posteo que tal vez solo a ella y a mí nos interese. Pero en fin, estas líneas van dedicadas a responder “con detalle” qué se siente trabajar en la institución que me formó.

¿Qué se siente?
  • ¡Felicidad! Recuerdo que cuando era estudiante del Instituto Estatal de Educación Normal de Nayarit, IEENN, y llegaba el tiempo en que se entregaban las fichas de admisión eran cientos los jóvenes que se formaban por una, yo me sentía completamente feliz de saber que había muchos interesados en estudiar donde yo ya era alumno. Sentía emoción cuando ellos, al verme llegar con el uniforme, me abrían paso para poder entrar. Ahora imaginen lo que siento al trabajar ahí. No pasa una semana sin que respire hondo para contener la alegría que esto me produce. Por supuesto que el trabajo exige pero cuando se realiza con este sentimiento les aseguro que cualquier esfuerzo vale la pena.
  • Compromiso. La definición  de compromiso refiere una obligación, pero yo entiendo esta palabra de manera diferente, la entiendo el sentido de dar lo mejor a cambio de cumplir con calidad. Intento que cada lección planeada, cada clase e incluso la manera de expresarme, refleje mi intención de responder a las exigencias que toda escuela debe depositar en sus docentes y a las expectativas que los alumnos me comunican directa o indirectamente. No soy perfecto y me falta mucho –¡muchísimo!– por aprender, pero intento responder con lo que ya tengo mientras me capacito y actualizo constantemente.
  • Entusiasmo. Una vez escuché que entusiasmo viene del griego Entheos y significa “En Dios”. En verdad siento esto. Recuerdo que los docentes de quienes aprendí más cosas buenas fueron aquellos que presentaban su clase con una saludable dosis de fe ante sus ideas, ante el futuro del país, con un sentimiento de simpatía hacia sus alumnos. Yo también tengo muchas esperanzas en las posibilidades de mi profesión e igual intento transmitirlo. Creo que los docentes no podemos trabajar de manera mecánica: planear, desarrollar, evaluar, planear, desarrollar, evaluar…y creo también que se logran mejores resultados si demuestro que me encanta este trabajo.
  • Un poco de miedo. Si dijera que siempre estoy seguro mentiría. A veces me acecha la zozobra por los retos tan grandes que alumnos y sociedad depositan en los docentes. Si lo que esperan de un docente es grande qué será lo que esperan de un docente que forma a otros. Por fortuna este sentimiento es transitorio y con el tiempo que llevo de servicio he aprendido a encararlo trabajando. Intento ganar confianza pues como  escribió Bertlot Brech, “La confianza en uno mismo es la base de la vida; si la pierdes se te pierde la vida”. Así que las visitas del miedo son cada vez más esporádicas y aunque tal vez nunca se aleje del todo sé que tengo el valor y empeño para vencerlo.
  • Reto. También entiendo mi trabajo en la Normal como un desafío. Como estudiante fui uno de los que exigían mucho y entonces pienso que como docente puedo encontrarme también (de hecho sucede a diario) con alumnos exigentes. Esto implica cumplir con lo que yo pedía en mis profesores, me invita a buscar la mejor manera de desempeñarme. Sé que no siempre lo logro y que incluso cabe la posibilidad de que alguien haya sentido que me falta experiencia para cumplir con lo que esperaban, pero me motiva saber que cada semestre gano práctica y eso me estimula cada vez que lo necesito.

Estas líneas son insuficientes para expresar cabalmente todo mi sentir, pero no puedo despedirme sin decir que de los sentimientos que experimenta mi ser por trabajar en el Instituto Estatal de Educación Normal de Nayarit, el que más me satisface es el de AGRADECIMIENTO. Agradezco a Dios por mostrarme que las metas se pueden alcanzar, por darme Salud y enseñarme a valorarla para disfrutar la vida, por mi familia, por mi trabajo cada día, por mis amigos y tantas personas que me apoyan siempre, a los directivos y docentes por permitirme formar parte de un gran grupo de trabajo y a mis alumnos por permitirme aportar un poco, de lo poco que sé, en su formación profesional. De verdad ¡Gracias!


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