Lo que hace y piensa un ATP. La responsabilidad del asesor.

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Hoy quiero aprovechar este momento frente a la computadora no tanto para escribir sobre una o todas las actividades realizadas en esta semana, sino para desarrollar una reflexión sobre la función que realizo: la responsabilidad ética de un ATP. La razón es que en estos días tuve presente que ser asesor técnico pedagógico puede implicar un compromiso muy grande si se gana cierto grado de credibilidad ante los docentes con quienes nos relacionamos e identificamos la posibilidad de que nuestras palabras o sugerencias pueda llevar a los otros a tomar ciertas decisiones. Porque no basta ser bien intencionado para intentar cooperar, sino que deberíamos tener claridad de aquello sobre lo que hablamos.

La idea surgió en primer lugar porque unos docentes con quienes tengo comunicación directa me platicaron los inconvenientes que han ocurrido con algunos padres, derivados de trabajar de acuerdo a la propuesta actual para la enseñanza de la lengua escrita en primer grado…lo que ante estos casos desgraciadamente suele ocurrir: padres y tutores que se sorprenden cuando piensan que sus hijos “no trabajan” porque no llevan al hogar libretas con planas escritas, porque no encuentran por ninguna parte el ma- me – mi- mo- mu, porque llevan un comentario escrito con carácter positivo a pesar de no escribir una palabra en forma convencional, o por cualquier otro indicador de que ahí se trabaja de forma distinta a como ellos, sus hijos mayores u otros niños de la familia aprendieron. Esos padres que con el mejor interés en que sus hijos aprendan, pero ante el desconocimiento del enfoque actual para la alfabetización inicial juzgan como incorrectas las prácticas de los docentes y empiezan a presionar (aún en estas alturas en que el ciclo escolar está en su parte inicial), para que trabajen según lo que ellos esperan. El caso es que ante la problemática les brindé algunas orientaciones para que en la reunión de padres de familia que planeaban realizar comentaran la forma en que podrían apoyar a sus hijos sin hacer actividades que fueran en sentido contrario a lo que los docentes hacían en el aula con acciones tan sencillas como leer y comentar con los niños no solo libros sino distintos textos de circulación cotidiana, escribir ante los niños o escribir lo que los niños quieran comunicar, estimular su expresión oral, en fin…ofrecer la oportunidad de participar en lo que en el programa actual define como las prácticas sociales del lenguaje. Claro que me basé también en mi experiencia en esta situación concreta con los padres de familia e incluso les compartí un material que en algún momento elaboré (este: https://cutt.ly/dB7jfD1). Afortunadamente les fue bien en su encuentro, pero surgió en mí esta reflexión de lo importante de hablar, sugerir, proponer, siempre con fundamento.

Otro momento donde vino a mi mente de nuevo la reflexión de la importancia de la ética fue al darme cuenta, en una observación de clase, que este recurso es el más valioso para mantenerme actualizado y detectar las aplicaciones prácticas de toda la teoría explícita e implícita contenida en los programas y materiales oficiales, es decir, la necesidad de asumir el compromiso de conocer las áreas de oportunidad, las alternativas de actuación, las posibles situaciones de conflicto que en determinado momento pueden enfrentar los docentes, sobre todo aquellas donde las sugerencias didácticas no lo prevén del todo y es obvio, primero porque es imposible anticipar todos los escenarios posibles y segundo porque el quehacer docente exige atender al mismo tiempo una serie de variables que impide prestar atención a todos los detalles. El caso es que también aquí hay otra responsabilidad de parte del asesor, para hablar con fundamento y con base en registros y situaciones reales acontecidas en la práctica docente, de escuchar lo que dicen, de entender sus razonamientos, de comprender por qué hacen lo que hacen en el aula. Me llevo el compromiso de no tener temor a quitarme esa vestidura de expertiz que algunos le atribuyen al asesor, ser siempre honesto y continuar aprendiendo no solo de la bibliografía especializada, de la reflexión de las experiencias pasadas, del diálogo con colegas, sino de la observación, análisis y valoración de que los propios docentes ejecutan.

Sé que como en casi todos los escritos compartidos hasta este momento quedan cosas por decir, pero quiero concluir aquí, deseando que quien lea estas palabras, sea colega en la función, docente, director, supervisor e incluso profesionistas de otras áreas se pregunte no tanto qué es la ética, sino que reflexione sobre la necesidad de ser congruentes entre lo que se piensa, dice y hace.


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